viernes, 31 de agosto de 2018

EL REGALO NAVIDEÑO

UN DÍA INOLVIDABLE

En plenas fechas navideñas, mi tío me llamó para que fuéramos a tirar zorzales, algunos se veían, pero íbamos principalmente para echar un rato en el campo.

A mí me gusta llevar siempre munición suficiente, aunque las expectativas no sean muy altas, nunca se sabe que puede ocurrir, ya sabemos lo que dicen ‘cuando menos lo esperas, salta la liebre’… y puede que te pille sin cartuchos. Pues bien, con todos los ‘arreos’ preparados, ya quedaba dormir un rato antes de partir para el cazadero.

Cuando llegamos allí, finca que todavía no teníamos el placer de conocer, nuestro amigo Pedro nos enseñó algunas instalaciones del cortijo y rápidamente nos montamos en el Land Rover para llegar a la zona en la que cazaríamos.

Nos colocamos más o menos como buenamente pudimos, en la linde de unos olivos de arbequinas (que entre las calles tenían bastantes matillas, lo que hacía presagiar que el cobro no iba a ser nada fácil), y con una fuerte niebla que apenas te dejaba ver 10 metros hacia adelante.

Se sentían algunos zorzales pitar muy cerca de nosotros, pero con la niebla se hacía imposible ni tan siquiera encarar el arma. Mi tío me decía… ‘se oyen algunos zorzalillos’, a lo que yo le dije ‘y tanto, pero apenas los ves un segundo con la niebla’. Pues bien, parece ser que Papa Noel (era 24 de diciembre), Los Reyes Magos por adelantado o yo no sé qué espíritu navideño bajo de los mundos mágicos para regalarnos aquella jornada, porque cuando levantó la niebla, comenzó el espectáculo.

Solo veías zorzales, uno, otro, se sucedían los lances sin saber a cuál disparar por la cantidad de este pequeño pajarito que tanta afición crea en nuestro país. Intentabas ir cobrando mientras ibas bajándolos, pero el continuo paso de zorzales no te dejaba dejar de mirar hacia el cielo. Al principio me costó adaptarme, la falta de costumbre quizás, o que soy muy malo, pero una vez le coges el tiro, todo va como la seda.

Íbamos hablando entre los 3, ‘esto es espectacular’, ‘yo nunca había visto esto’, algunas voces expertas decían ‘hacía muchísimos años que no veía una cosa así’, a la vez que corríamos a coger munición del cajón que pusimos en medio. Puede que tuviéramos la suerte de coger la entrada de los alirrojos, pues entraban en bandos bastante grandes, cosa extraña, además de cobrar muchos de ellos de esta especie.

A eso de las 11 de la am, le grité a mi tío ‘¡Me queda un cartucho!, ¿tienes alguno?’, a lo que él me dijo, ‘ya no me quedan más’. Sí, habíamos gastado un cajón y medio de cartuchos entre los 3, por cierto, con el último tiro maté el último zorzal.

Era el momento de intentar cobrar todos los que no habíamos podido ir cobrando, pero la dificultad del terreno hizo que pudieramos cobrar pocos más de los que ya teníamos colgados.

Al final pude cobrar 30, dejando otra docena por ahí perdidos. El resultado de la cuadrilla fue 80 zorzales cobrados, una lástima no poder haber cobrado todos. Hay que intentar no dejar animales en el campo, aunque es cierto que hay terrenos en los que es bastante difícil el cobro.

Fue un dia para el recuerdo, a mis 22 años de edad no recuerdo una cosa igual, y seguro que tardaré en volver a disfrutar de un dia así, fue el mejor regalo de navidad que pude tener.

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