Álvaro Martín Cordobés
Nos encontrábamos en un 29 de octubre, con la calor propia de principios de temporada de los últimos tiempos, por lo que como siempre se dice, aunque no siempre se consiga, la intención era soltar temprano por el bien de las rehalas. El sorteo se realizó la misma mañana de la montería, en la explanada de la Assuan, y tras saludar a la gente de la peña, nos disponemos a comernos el plato de migas. Al puesto íbamos como ya viene siendo costumbre, mi padre, María y yo. Esta vez, le dije a María que iba a sacar el puesto yo, asumiendo toda la responsabilidad.
Nos encontrábamos en un 29 de octubre, con la calor propia de principios de temporada de los últimos tiempos, por lo que como siempre se dice, aunque no siempre se consiga, la intención era soltar temprano por el bien de las rehalas. El sorteo se realizó la misma mañana de la montería, en la explanada de la Assuan, y tras saludar a la gente de la peña, nos disponemos a comernos el plato de migas. Al puesto íbamos como ya viene siendo costumbre, mi padre, María y yo. Esta vez, le dije a María que iba a sacar el puesto yo, asumiendo toda la responsabilidad.
Bromeando con mi buen amigo
Beltran sobre el puesto que iba a sacar, aunque los dos sabíamos
que le iba a tocar la mejor zona, se dispuso a sacar su puesto y...
como no.. allá que fue él. Cuando oí el nombre de mi padre me
entro el nerviosismo propio de antes de sacar un puesto, y hoy más
si cabe, no por que pudiéramos tirar o no que en ese momento para
mi era secundario, sino para que no nos tocara la armada del rio
puesto que nos habían dicho que había que ' mojarse los pies' y
sinceramente no me apetecía dicha hazaña. Tras meter la mano, saque
la armada de los Valsequillos, el número 2, cosa que ya me
tranquilizaba, pues mis pies no se iban a mojar. La cara del 'Presi'
empezó a ponerme nervioso, ya que me dijo que era un buen puesto, y
sobre todo precioso, que después me corroboraron otros socios de la
peña.
Tras comentar con mi padre y
María el puesto partimos para la finca, con algo de retraso porque
había algo de niebla. Nuestra armada entro por la puerta de los
Valsequillos, que como sabemos, esta junto a la de la Umbría. Cuando
llegamos al puesto, bajamos rápidamente la infinidad de bártulos
que como siempre acostumbramos a llevar, porque al ser un cierre,
había que disponer todo rápidamente para la posible salida de las
reses a primera hora. Una vez ya todo preparado, me di cuenta de que
no exageraban los que me dijeron que el puesto era precioso, era
difícil mejorarlo, teníamos enfrente 2 cerretes de chaparros
mezclado con monte bajo de jaras y aulagas, que nos ofrecían
testeros de variada distancia, desde 100 a 300 metros
aproximadamente.
En el puesto número 1 tenía
a mi buen amigo Javi, que al poco de empezar la montería ya se le
escucho tirar, lo que presagiaba una buena huida de reses por nuestra
zona. Antes de soltar los perros, una pelota de reses de rodeaba
nuestros testeros, pero para nuestra desgracia eran hembras y un
pequeño vareto. Con la suelta de los perros dio comienzo
verdaderamente la montería. Cuando llegaron los primeros punteros a
nuestra zona, subió la tensión, porque sabíamos que en aquel monte
tenía que haber algún cochino encamado, y así fue, mi padre y yo
dijimos al unísono ¡ El cochino! , y este con su alarde de
gallardía, nos enseño el culo y se metió en otro pedazo de monte
que teníamos en la corona del cerrete. Tras un rato en el que no se
me quito de la cabeza aquel cochino, lamentándome de nuestro
infortunio porque parecía un cochino aparente, los perros en un
grandísimo trabajo, levantaron de aquel cerro al macareno, que
haciendo gala de la astucia que se le presupone a los suidos,
emprendió una carrera en diagonal, no conseguía clarearlo bien, ya
que se iba tapando con las cabezas de las encinas, intentaba avisar a
mi padre, para ver si el tenía mejor fortuna que yo para poder
intentar cortar su carrera, pero finalmente, María acudió a nuestro
rescate indicándonos la trayectoria que llevaba el animal en un
intento de huir de los canes, y tras desaparecer detrás de una
encina, entre el monte de jaras, por la parte más alta y sucia del
testero, lo esperé con el visor a la salida de la chaparreta y
conforme cruzó el pequeño claro que había entre encina y encina
solté el tiro, con mucha intención pero sin al certeza que de que
efectivamente pudiera haber alcanzado al marrano.
Mi padre decía que le había
parecido ver moverse las jaras donde paso el cochino, pero no
teníamos la seguridad de que estuviera allí el animal abatido, los
perros cortaron la ladra, pero no se pararon en el tiro del animal.
El resto de la montería transcurrió sin mucho ajetreo, con alguna
que otra cierva correteando por aquella zona, y un servidor que
pasaba de la euforia, a irse diluyendo mi esperanza de haber matado
el cochino, debido a que los perros una vez de vuelta, y por el
excesivo calor que hizo ese día, pasaron por el tiro sin pena ni
gloria, por lo que mi esperanza ahí prácticamente se acabo.
Mi padre me dijo que si iba
a ir al tiro, y yo me lo pensé, debido a lo escarpado del terreno y
a la distancia a la que se encontraba, pero María de nuevo me animó
y me dijo que ella me acompañaba por lo que, nuestro puesto vecino
se ofreció a llevarnos hasta el camino donde se cortaba la malla,
para que se nos hiciera algo más afable. Tras un buen rato
caminando, llegamos hasta el pie del cerro donde me indicaba mi padre
desde el puesto, y mirado a María le dije, ahora nos toca subir. No
se hizo nada fácil porque las aulagas y las jaras no dejaban
avanzar, por lo que tuve que coger a mi compañera de pisteo para
poder llegar hasta el tiro. Una vez allí, después de las
indicaciones de mi padre, mire hacía la jara donde había entrado el
cochino y efectivamente ¡ ESTABA ALLÍ!, pegue un grito avisando a
mi padre que se enteró toda Sierra Morena, pero no era para menos,
después del lance, la caminata y el trofeo me sentía en el pico
máximo de felicidad. Al verlo vi un cochino impresionante ( que
finalmente sería un navajero bonito pero en aquel momento...), lo
arrastre con la ayuda de María hasta una zona algo más visible,
dentro de lo sucio de la zona y....se me habían olvidado las bolsas
para marcarlo, pero en aquel momento daba igual, deje la gorra
naranja que llevaba como marca. Ya de vuelta hacia el coche, le daba
las gracias a María pues ella primero me lo fue 'cantando' y después
me animó a ir al tiro, por lo que ese cochino era tan mío como
suyo, pues yo solo ejecute el lance.
Cuando llegué a la junta
algunos amigos ya sabía que había matado un navajero, por lo que
esperamos a que llegara a la junta de carnes, sentados en la mesa con
Beltran, Gerardo, María, mi padre, Rafael ( que gracias a dios por
fin nos acompañaba en nuestras jornadas cinegéticas) Bartolo, etc.
El cochino llegó de los primeros, y tras un buen rato intentando
abrirle la boca que lo consiguió Beltran, nos dispusimos a hacernos
las fotos de rigor. El resultado fue excelente una vez más en esta
finca, monteada por CD. Cierres y Traviesas de España más conocida
en el ambiente cinegético como Monteros Españoles. Solo me queda
dar la enhorabuena a nuestro jefe de campo por el nuevo existo
cosechado esta bonita finca, y las gracias a el trabajo de las
rehalas, que como ya se sabe sin ellas no hay montería, a los amigos
que me acompañaron en este día que siempre me quedará en el
recuerdo, a mi novia por acompañarnos en nuestras jornadas de caza
participando tan activamente, y como no a mi padre.


Qué marranaco Álvaro!
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