jueves, 22 de junio de 2017

Una fecha marcada en el Calendario

Montería en la Aljabara de Spínola

(28 de noviembre de 2015)

Álvaro Martín Cordobés

 Un año más teníamos la oportunidad de montear esta maravillosa finca, gracias a la invitación de nuestra amiga María Spínola.

Que se puede decir de la finca que no se sepa, ubicación ideal ( linda con el Jardín de la Aljabara, la Aljabara de Cárdenas, el Llano de los Morenos y el pantano del Bembézar), cantidad de reses de las que pocas fincas abiertas pueden presumir, lo que hace que todos los años este entre las mejores monterías de España, y un ambiente magnífico.

El sorteo se realizó la noche de antes en la taxidermia JA Gutierrez, en el polígono pedroche y al que por motivos deportivos no pude asistir, por lo que el encargado de sacar el puesto esta vez sería mi padre, cosa que me hacia temblar. La suerte nos deparó el 4 de la armada el Hacha, un cierre con el Bembézar, que aunque sobre el papel no era lo mejor, mi buen amigo Miguel García Mir, decía que no le disgustaba.

Esta vez, al igual que el año anterior, mi padre y yo compartiríamos puesto con 'mi tío' Rafael Borland, por lo que el espectáculo estaba garantizado.


' El espectáculo'
El desayuno fue en una explanada que hay en la carretera de Posadas a Villaviciosa. Tras saludar a los amigos tocaba el plato de migas de rigor , que como acostumbran en este completo día, estaban muy buenas. Nuestro cierre era de los primeros en salir por lo que, con una excelente organización, partimos sin mucha dilación hacia la finca.

Una vez allí, en el camino hacia nuestra armada, ya comenzamos a ver a las primeras reses que se mostraban inquietas ante lo que se le venía encima. Cuando llegamos, bajamos 'trastos' y rápidamente nos pusimos en guardia, ya que ante tal densidad de caza, y en especial de cervuno, y las demás armadas 'entrando en combate', los primeros momentos de la montería se hacían presagiar bastante moviditos.

El puesto era precioso, como la gran mayoría de los que que tiene la finca ( aunque mi predilección siempre será la armada de Calderas), con un testero ajustado en frente con algo de monte bajo pero sin suficiente entidad, otro más largo a la derecha ( 175 m), algo más poblado de encinas y con escaso monte bajo también y por último a la izquierda una vaguada muy apretada de encinas, que como Rafael dijo nada más verlo, y que no se equivocó, daría la cobertura suficiente a las reses como para que se escaparan sin poder ser tiradas. 

Foto del puesto a centro y derecha


Antes de soltar se movieron las primeras ciervas, pero no tuvimos la suerte de que fueran acompañadas de ningún venado. Una vez se soltaron a 'los valientes', que iban a poner patas arriba el monte, comenzó el espectáculo. Escasos minutos después de la suelta, entraron 2 ciervas y un venado por el testero de la derecha, y que con un certero disparo, conseguí abatir.

 

La montería proseguía y los tiros se sucedían, y aunque estábamos en un rincón de la finca, no dejaban de escucharse las detonaciones. Rafael, pendiente de la vaguada de la izquierda, vio una pelota de reses correr por la vereda que tenían, y me avisó de que iba un venado con ellas, pero cruzó, como aquel que se esta jugando la vida, por el viso del testero de enfrente y se fue sin ser tirado.

Cuando empezó a entrar ' la gasusilla ', mi padre sacó el repertorio de ibéricos que traía y Rafael, encargado del vino, descorchó la botella, ahora si, empezaba la montería.

Primer almuerzo

Mientras disfrutábamos del primer almuerzo, Rafael me avisó de que venía un venado con la tranquilidad que le dan las muchísimas monterías y lances que ha disfrutado, yo no sabía muy bien si lo decía enserio o de broma, por lo que me resistí a soltar el pedazo de pan y salchichón que tenía en la mano, sorprendiéndome el venado con una gran arrancada por el testero de enfrente. Tras un primer tiro con todos los aumentos del visor que dio agua, conseguí abatirlo en el segundo.

Sin dar tiempo casi a celebrarlo, por una vereda que teníamos enfrente en nuestro testero más ajustado, apareció de la nada un macareno, y con la sorpresa todavía de la situación, le corté la huida al animal. Se apreciaba que era un navajero pero todos los allí presentes nos dimos cuenta de que venía con sangre en la boca, por lo que debido a la cercanía y el nulo peligro que había, me acerque a comprobarlo, y efectivamente , el cochino venía tocado.


cochino en el testero



El resto de la montería transcurrió tranquilo, en cuanto a lances se refiere, siendo solo alterado por un pequeño venado que entro por el testero de la derecha, que ante la duda de si era venado o vareto y el viso, se fue sin ser ' asustado'. Por lo demás, en la postura, proseguía un almuerzo que se estaba alargando más de lo debido.....

Una vez terminada la montería, recogimos las cosas y nos acercamos a marcar las reses. El cochino lo marcamos con nuestra etiqueta, para reconocerlo en la junta de carnes, por si alguien lo reclamaba. De camino a la casa, en uno de los primeros puestos de nuestra armada, había un montero que había tirado el cochino y que tenía la lengua de este, ya que el tiro le había entrado por la 'quijá ' , por lo que sin discusión alguna, porque no la había, se lo señalamos para que lo vieran en el plantel.






Una vez llegamos a la casa, la sensación era que había sido un éxito la montería, como de costumbre. Ahora era el momento del segundo almuerzo, que en esta montería siempre es exquisito. Para terminar, agradecer a la familia Spínola la invitación y el trato recibido, pues siempre están pendientes de sus invitados; dar la enhorabuena a cinegética los Barrancos por el nuevo resultado cosechado, el cual sin duda volverá a estar entre lo más destacado de el panorama montero español;  por último, a mi padre y 'mi tío' por haber compartido otra jornada más haciendo lo que más nos gusta, cazar. 





Algunos de los grandes cochinos que se abaten en la montería

miércoles, 21 de junio de 2017

El Alano Español

Álvaro Martín Cordobés

1.Historia

Algunos autores consideran que el alano español desciende del antiguo perro llamado "Alaunt" que utilizaban los alanos tanto para la guerra como para el manejo de ganado vacuno, tumbando toros como buen can de agarre, desde la época del Imperio Sármata en Asia central, en el siglo I de nuestra era.
La existencia de perros alanos en España data de hace varios siglos, aunque no está muy claro cuál fue su origen. Algunos creen que esta raza de moloso fue extendida por Europa por los alanos en el siglo IV y que fue llevada a la península Ibérica y al norte de África por los vándalos en el siglo V.
En 1350 publica el rey Alfonso XI su Libro de la montería, y en el siglo XV se publica el Tratado de la montería, anónimo, en el cual se realiza una profunda descripción somática del perro. Cuando se hablaba de perro alano, todos sabían que se trataba de una presa corredor que para justificar su nombre debía reunir determinadas características: con cabeza fuerte, de proporciones longuilíneas, grupa alta y buenos huesos. De lo que no cabe duda es de que estos perros estaban muy extendidos, como lo prueba su aparición en pinturas, por ejemplo los alanos que plasma Velázquez en Felipe IV la Caza del Jabalí que se encuentra en la galería nacional de Londres, así como son nombrados por Cervantes y Lope de Vega.
La realidad es que estos perros no son el origen de ninguna raza de las que conocemos hoy en día, pero si que son antepasados lejanos de muchas razas de molosos populares en la actualidad, como por ejemplo el Dogo Alemán o el Dogo de Burdeos.
Todo el mundo pensaba que alano se había extinguido y que ya no formaba parte de las cacerías ni de las fincas españolas, un grupo de personas, en un afán de recuperar las razas fueron recorriendo concienzudamente muchas zonas rurales de España buscando a este legendario moloso, cuyo declive comenzó cuando su participación en las corridas de toros fue prohibida en 1883. La búsqueda fue un éxito, y encontraron ejemplares de alanos en Extremadura (suroeste de España) y Castilla (meseta central), y también una población grande y estable de unos 300 alanos en el Valle de Las Encartaciones, en Vizcaya. Estos perros eran los mismo Alanos que se habían usado para hostigar a las vacas y toros. Así que la regeneración de la raza empezó a partir de los mejores ejemplares de estos alanos. Su ADN fue analizado por la Facultad de Medicina Veterinaria de la Universidad de Córdoba para asegurar su autenticidad.

2. Funcionalidad

Los alanos se usan principalmente para el ganado, la caza, guardia y defensa. También podríamos añadir 2 tareas que ocuparon en el pasado como fueron la guerra y las corridas de toros. De hecho se cree que Becerrillo, el perro del famoso conquistador Juan Ponce de Leon y Figueroa podría ser un alano.


3. Morfología y apariencia.

En lo que se refiere a la apariencia, el alano es un perro de tipo molosoide, eumétrico, de perfil recto, longilíneo, armónico y rústico. Es un animal eminentemente funcional, de estructura corredora, dotado de una gran agilidad, velocidad y resistencia, de elásticos movimientos que recuerdan a los de un felino. Braquicéfalo, con cabeza de aspecto cuadrado, cráneo ancho y fuerte y depresión naso-frontal muy marcada, hocico corto, ancho y profundo.

En cuanto a la longitud del hocico debe ser entre un 35-37 % del total de la cabeza. La longitud del tronco debe ser un 10 % mayor que la alzada a la cruz. El perímetro torácico debe superar en un 25 % la alzada a la cruz.

La longitud del tronco es igual a la alzada a la cruz más un 10% de esta, la línea dorsal debe ser recta o ligeramente ascendente, nunca descendente.

Cruz: Definida, de inserción media, en línea descendente hacia el dorso. Es ancha, larga y de fuerte musculatura.
Dorso: Dorso recto y musculoso.
Lomo: La zona lumbar debe ser relativamente larga, ancha y de fuerte musculatura.
Grupa: Ancha, fuerte y ligeramente inclinada.
Pecho: Medianamente ancho, profundo y de musculatura bien desarrollada, visto de perfil desciende hasta la altura del codo. Su anchura anterior, entre los encuentros, equivale a un 30 % de la alzada a la cruz. Costillar arqueado, no cilíndrico, el perímetro torácico es aproximadamente igual a la alzada a la cruz más un 25 por ciento de esta.
Abdomen: Visto de perfil, el tórax presenta una línea que asciende gradualmente hacia el abdomen. El vientre debe ser retraído, nunca agalgado.
Trufa: Grande, ancha y con orificios nasales bien abiertos. Siempre pigmentada en negro.
Hocico: De menor longitud que el cráneo, de aspecto cuadrado, muy ancho y profundo, normalmente representa un 37 por ciento de la longitud total de la cabeza, se admite un hocico algo más corto siempre que no sea Inferior a un 35 por ciento del total de la cabeza. No debe presentar arrugas ni pliegues. El mentón es ancho y fuerte, fácilmente apreciable si se mira de frente, su perfil no debe ser huidizo ni sobresaliente.
Labios: Moderadamente gruesos; el superior, ligeramente colgante, cubre al inferior, que apenas es visible con la boca cerrada. La pigmentación debe ser siempre negra.
Mandíbula y dientes: Maxilares bien desarrollados. Dentadura fuerte y sana; los incisivos deben ser grandes y estar bien alineados, los caninos cortos y anchos, muy distanciados entre sí. Mordida ideal en tijera invertida (los incisivos superiores por su cara externa entran en contacto con los incisivos inferiores por su cara interna) aunque se admite un ligero prognatismo. La ausencia del Primer premolar (p-1) no debe constituir un defecto.
Mejillas: Maseteros bien desarrollados, nunca exageradamente.
Ojos: De tamaño medio, separados entre sí, de aspecto redondeado. Color avellana, ámbar o amarillo, independientemente del color de la capa. Párpados adheridos y fuertemente pigmentados en negro. La expresión seria, de mirada penetrante, es característica de la raza.
Orejas: De inserción media, muy separadas entre sí, normalmente recortadas desde su base, ligeramente redondeadas y en punta, de pequeño tamaño. Si no se recortan son llevadas plegadas sobre la cara y de tamaño medio.
Cuello: Muy fuerte, recto, relativamente corto y ancho. La piel es algo más laxa que en el resto del cuerpo formando una ligera papada doble que nunca llegará a ser exagerada.
Miembros anteriores: largas, rectas y bien aplomadas, vistas de frente o de perfil. Huesos fuertes y bien desarrollados.
Miembros posteriores:  fuertes, de musculatura larga y bien desarrollada pero sin llegar a ser exagerada. Bien aplomadas y correctamente anguladas.

En lo que se refiere al color de los alanos, podemos encontrar una gran diversidad, esta es:
  • Barcino o atigrado en todas sus gamas; el carbonado puede presentarse en todas las tonalidades. Con o sin máscara negra.
  • Leonado en todas sus gamas, desde el arena hasta el rojo; el carbonado puede presentarse en todas las tonalidades. Con o sin máscara negra.
  • Negro y atigrado: presenta la distribución de color que en otras razas se denomina capa negro y  fuego, aunque en el caso especial del Alano Español las marcas fuego son atigradas. Con o sin máscara negra.
Todas las capas pueden aparecer manchadas en blanco, en las extremidades, pecho y cuello. Si bien es deseable que haya la menor presencia de blanco posible.


Alzada a la cruz:
  • Machos: 58 a 63 cm.
  • Hembras: 55 a 60 cm
Peso:
  • Machos de 30 a 40 KG
  • Hembras de 25 a 30 KG
Este ha sido un pequeño resumen de una de las razas más usadas en cuanto al agarre, pudiendo contemplar varios ejemplares en muchas de las rehalas de Córdoba, volviendo a recuperar su sitio en la caza, en especial en las monterías, que nunca debió perder. Es un perro noble y valiente que no duda en acudir a la llamada de sus compañeros de fatigas, los podencos, raza que nos ocupará una nueva entrada próximamente.



Mismos ejemplares, en la feria de Archidona

Tyson y Tarzán, rehala Borland

lunes, 19 de junio de 2017

Monteando en el Paraíso.


Álvaro Martín Cordobés

Esta vez monteábamos la otra mancha con respecto al año anterior, y que tan buen resultado había dado. El día señalado era el 28 de Enero para cazar esta espectacular finca, para mi de las más bonitas a las que he ido a lo largo de mi vida montera. El sorteo se realizó 2 días antes en el Hípico, donde de nuevo nos disponíamos a saludar a este magnífico grupo consolidado en el panorama montero. Tras los Valsequillos no monteábamos juntos por lo que había andanzas y mentiras que contar de las jornadas que habíamos tenido en este último mes.

Esta vez no podía acompañarnos María a la montería por motivos universitarios, por lo que la toda la responsabilidad de la jornada caía en mi manita. Una vez escuché nuestro nombre hice como mi buen amigo Rafael Salinas dice '' antes de sacar el puesto hay que tocarse lo más sagrado'' ( no hace falta que diga que es..), tras ello me dispuse a sacar el puesto de el número 2 de la Armada del Castillo. Nuestro jefe de campo, Anastasio, me dijo que era un puesto largo, igual o incluso más que el que había tenido el año anterior, y eso ya es decir.

Durante el día siguiente a la junta, estuve buscando el Google Maps la localización del puesto y la orografía, cosa que no me resultó nada fácil porque ya se sabe donde están los Cabezos. Se trataba de un puesto espectacular, como la mayoría de los que encontramos en aquella zona.

A la mañana siguiente como es costumbre quedamos en ' el jaguarcito ' casi toda la peña, y nos dispusimos a emprender el laaaargo camino hasta la finca. El desayuno iba a realizarse en una explanada que se encuentra pasado Mina Gloria, una vez terminan los Lagos de Carboneras. Durante el desayuno podíamos contemplar unas magnificas vistas de los Membrillos y de las Monteras.

El camino desde el desayuno hasta la finca se me hizo bastante corto, y una vez entramos en la mancha no podía dejar de mirar a mis alrededores ¡Espectacular!, era como el paraíso venido hasta el mundo terrenal, una verdadera joya.

Cuando llegamos al puesto, mientras me asombraba de aquellas espectaculares vistas, compuestas de un testero de monte bajo sin apenas arboleda al frente, la cara de un cerro bastante limpio a la izquierda y un extensisimo pinar a la derecha, que por desgracia no se podía ver bien, porque el sol nos daba de cara. Fuimos cargando el rifle, poniendo el trípode (aunque no me guste usarlo, aquella vez era bastante imprescindible), y los demás trastos que solemos llevar a las monterías. Al principio no había mucho movimiento, cosa que empezaba a preocuparme, a mí y por lo que se escuchaba en el 'chicharreo' de la emisora. Una vez soltaron las rehalas la cosa cambió, y vaya si cambio, las reses empezaron a moverse, los cochinos salían de todos lados, un verdadero gustazo.

De nuevo las rehalas brillaron, volviendo a demostrar quien tiene la voz cantante en esto de la caza en montería. Yo tuve la suerte de ver a las rehalas de Garnica, con esos portentosos atravesados, y a Jose Rojo, y si alguna más que no alcanzo a recordar y que pido que me perdone, pues la tensión del momento y el sol en la cara no me dejaban distinguir las insignias de todos los guerreros. Tras una ladra por el denso pinar, y apoyarme en el trípode, conseguí clarear un venado, que a pesar de la distancia me pareció verlo aparente, tras 3 tiros el venado entró en un lentisco y desapareció del alcance de mis ojos. Tras avisar a mi padre, él se dispuso a mirar por los prismáticos para ver si veía algo que pudiera indicarnos si el venado estaba allí. Mientras recargaba el rifle, a unos escasos 40  metros, un espeso jaral que teníamos a nuestra derecha vi un venado parado, quieto, intentando pasar desapercibido a las malas intenciones que tenía sobre él, pero de un rápido disparo le alcance en el codillo, cayendo seco el animal. Todo parecía que había concluido cuando el cérvido se levantó y queriendo vender cara la muerte realizó una arrancada que hizo que tuviera que realizar 2  disparos más, finalmente, el venado sucumbió, ganando por esta vez la partida el cazador.
Yo no estaba muy seguro, pero mi padre me convenció de que era el mismo venado que había tirado en el pinar, y finalmente así fue, ya que el venado tenía un tiro en la cuerna de los primeros tiros que se me habían quedado altos, demostrándose de nuevo que la experiencia es un grado.

5 minutos después del lance, vi un cochino asomar por el testero de enfrente a una distancia bastante considerable, y al avisar a mi padre, el cochino se dio la vuelta, pudiendo 'soltar' un tiro en el último momento que no alcanzaría mi objetivo. ¡Lástima! Venia derecho hacia abajo pero algo le hizo cambiar de opinión, el año que viene será más grande. Mientras tanto los perros seguían a lo suyo en aquel pinar, viendo 3 marranetes más por allí, pero la cercana distancia de los perros y el sol me hicieron desistir de intentar cualquier tipo disparo, ya se sabe que ante la duda...

Cuando los infatigables perros volvían para sus camiones, una vez pasaron por el puesto, se levantó un cochino bastante grande, por lo menos de cuerpo, que nos hizo ponernos en tensión, pero salió para el lado equivocado, al menos para nosotros, y es que ya se sabe, hasta el rabo todo es toro.

Una vez terminada la montería, fui a cobrar el venado abatido, cosa que me costó bastante, debido a que el jaral era bastante espeso, pero con la inestimable ayuda de mis compañeros del puesto de al lado Antonio Trujillo y Sara, que habían abatido una gran cochina, conseguimos encontrarlo. Cual fue mi sorpresa al ver que se trataba de un ejemplar bastante bonito para la zona, por lo que contento por el trofeo, nos hicimos las fotos y lo marcamos.


Una vez llegamos a la junta, las caras hacían presagiar un gran resultado, habiéndose cobrado alrededor de 50 cochinos y algo más de una decena de venados. Poco a poco fueron llegando los monteros a la junta, y me alegré de que mis amigos hubieran disfrutado, Beltran y Gerardo, acompañados de su padre Rafael, habían cobrado una cochina. La inseparable pareja de M-H habían cobrado un bonito venado, y muchos otros que habían disfrutado de aquel maravillo día, aunque bien se sabe que nunca llueve a gusto de todos. Contentos por el día y tras alguna copa, nos dispusimos a volver a Córdoba. Dar las gracias de nuevo a las rehalas, postores, arrieros y todas las personas que trabajan para que los demás podamos disfrutar de nuestra afición. Un nuevo éxito de Monteros Españoles, que esperemos que siga cosechando estos resultados muchos años más.








Mi noviazgo en La Porrada.

Mi noviazgo en La Porrada.
Mi primer Venao.

(30 de Enero de 2010). 


Beltrán Valenzuela Martínez


Todo montero recuerda con añoranza cuando abate su primera pieza. Mucho más si se tiene la suerte de hacerlo rodeado de amigos y en una finca tan emblemática en Sierra Morena como es La Porrada.
Sonó el despertador y como a la montería siempre hemos asistido toda la familia, madre incluida, tocaba cumplir con sus exigencias de abrigarnos como si nos fuéramos a cazar al Polo Norte, y tras debatir intensamente sobre cuestiones climatológicas finalmente no nos quedó otra que aceptar su sentencia y meternos en el coche dirección Almodovar para entrar en para mi gusto una de las fincas más completas de Córdoba.
!Qué gustazo es montear allí!  No falta el último detalle y cada año resulta mucho más acogedor que el anterior. Tras los abrazos calurosos de todos los Gómez, anfitriones de categoría y sobre todo amigos, degustamos un desayuno de categoría que todavía perdura en mi cabeza cuando recuerdo esas mesas largas donde no le faltaba acompañante a las migas tradicionales.
Era una de esas mañanas de montería fría de finales de Enero que tras el sorteo deslumbraba un día soleado que no se veía acompañado por ninguna nube ni aire que pudiera restar algo de la ilusión que llevábamos al puesto.
Al ser una montería entre amigos, pronto se dejó claro que los majestuosos venados que contiene la finca no se podían ni mirar por si a alguno se le escapaba un tiro pero sí aquellos que tenían menos de 10 puntas podían ser abatidos al igual que cualquier marrano que se cruzase por el visor.
Tras un rato en el coche disfrutando de las vistas que acompañadas de la ilusión parecen todavía más bonitas si cabe llegamos por fin a nuestro puesto. Era un puesto situado en una amplia vaguada sin apenas vegetación, sólo salpicada por algunos chaparros y con un gran tiradero.
Por entonces mi padre cazaba con un rifle yugoslavo marca Zastava de calibre 300 y yo pese a sólo tener 16 años y no confiar mucho en la combinación de retroceso y visor, pedimos prestado a Manolín Fuentes su Marlin 444, más conocido en este mundillo como “mataindios” de palanca y sin visor que era una verdadera maravilla.
Pronto empezaron a entrarnos pelotas y pelotas de venados con ciervas y cómo siempre mi padre me asesoraba con su rifle colgado del hombro, sin ni siquiera encararlos al querer siempre que matemos nosotros, demostrando toda generosidad que un buen cazador suele hacer con sus hijos cuando llega el momento de hacerlos novios. Habiendo disfrutado ya varios años de morralero con él y habiendo heredado esas lecciones que nunca se olvidan de cómo comportarse en el campo.
La verdad es que tiré tantos venados que me resulta imposible describir cada lance, pero lo que es seguro es que no toqué ninguno. Hubo tiros largos, cortos, rápidos y hasta algún venao parado pero la realidad es que no conseguir tocar pelo.
Íbamos acompañados de Rafa López y su sobrino que consiguió hacerse novio con la cierva que teníamos permitido matar. Tras unos cuantos lances más, Rafa le dijo a mi padre que creía estar seguro de que había pinchado un venao que tiré largo ya que había hecho un extraño según su parecer, por lo que fuimos como siempre hacíamos, a ver el tiro por si había sangre.
Al llegar y tras dar un repaso a la zona fue mi hermano Gerardo quien muy ilusionado gritó que había sangre, por lo que comenzamos muy ilusionados el pisteo que iba a durar casi cuarenta minutos, pero lo cierto es que no resultó muy difícil al tratarse de un llano enorme que el venao, con un tiro empanzado, había recorrido con los perros detrás.
Tras llegar a un charco de sangre dónde parecía evidente que en venao había sido cogido por los perros pero que no estaba allí. Entonces nos cuenta un perrero que lo habían rematado y que era un buen venao. Pronto a mi padre se le cambió la cara y me miró de soslayo en un primer momento haciéndome ver que la podíamos haber liado pero que luego me dijo que al tratarse de amigos no habría ningún problema.
Efectivamente al llegar a la junta de carnes ya de los últimos, me doy cuenta de que se trataba de un bonito venado de 12 puntas con grosor que tenía un tiro mal puesto en la panza. No podía estar más contento y tras hacerme unas fotos con él, todavía se me viene a la mente el recuerdo de la voz del Picolo gritando que había novio. Y tras ver cómo se lanzaban sobre mí para agarrarme y viendo la de cabrones que había por ahí mi reacción fue correr hacia unos olivos dónde fui alcanzado por Rafa Gómez nieto que se jactaba de la que me iban a liar.

Buenos amigos míos y de mis padres me liaron la mundial. Todos comandados por los Soto como maestros de ceremonia y haciendo que sin duda jamás olvide el día en que me hice Montero.





Mi primer marrano y un plata.

Mi primer marrano.
107 puntos de Jabalí Plata.

(8 de Diciembre de 2012).

Beltrán Valenzuela Martínez

Por entonces tenía 18 años y no era muy habitual ir de montería. Solíamos ir a fincas de amigos que daban de invitación, pero para ese día mi padre se había quedado con dos puestos para la batida a cochinos de Ribera Alta ya que a uno iba él con mi hermano Gerardo y al otro íbamos mi hermano Falete, pequeño por entonces, y yo.
Era una montería cerquita de Córdoba, concretamente en Alcolea, donde lindaba además con un Coto del que éramos socios llamado Los Campillos y que el bajo precio del puesto era un aliciente más del que disfrutar de un buen día de campo y si teníamos suerte de poder ver siquiera algún marranillo.
Llegamos muy temprano a la junta, y tras arrimarnos a la candela y tomar un dulce desayuno como es característico de esta batida se procedió al sorteo. Mi hermano Falete era el encargado de sacar el sobre, y yo sólo rezaba por que fuese un puesto con un corto tiradero, ya que ese día tenía una preciosa paralela heredada de mi abuelo marca Aya del calibre 12 con unos preciosos bordados; número 2 de una corta edición de dos escopetas de las que la número 1 tiene como dueño a mi buen amigo Alejandro Aguilar.
Tras sacar el puesto nos comentan que se trata del último cierre por el pantano Navallanas que linda con nuestro por entonces Coto. Conseguimos acoplarnos en otro coche, y por fin llegamos al puesto con la misma ilusión de siempre.
Nunca he sido fumador, pero tal vez por las cosas tontas de la edad decidí encenderme un cigarro ante la compañía de mi hermano Falete que pronto apagué por comprender con su mirada que estaba haciendo no sólo el ridículo,  sino también ruido y eso disminuía las posibilidades de ver algún marrano.
Era un puesto de balcón, con un precioso testero enmontado con algunos claros, pero que me resultaba un poco lejano para tirar con mi escopeta. En la parte baja del testero cruzaba la cola del pantano con agua hasta la mitad del tiradero y al otro lado, me encontraba yo en la parte más alta, teniendo debajo mía una falda medio limpia.

Nada más comenzar la montería escuchamos un tropel a nuestra derecha, y enseguida nos sorprendió un precioso venado de los que escasean por esa zona. Tendría diez o doce puntas y era parejo y grueso, pero al no poder tirarlo ni siquiera me lo encaré y me conformé con poder contemplar su carrera escurriéndose de los perros que ya asomaban por el cerro de enfrente.
No fue hasta la una del medio día cuando una intensa ladra nos delató la aproximación de un inconfundible marrano de buen porte que entraba por la parte baja del testero de enfrente a unos ciento cincuenta metros y con tanta velocidad que me alegró que fuese una distancia larga con la escopeta ya que si llego a tener el rifle seguramente me habría lamentado.
Fue un marrano que dio bronce, y lo sé porque tras darse la vuelta y cruzar mi puesto, lo abatió Rafa Merino, un muy buen amigo mío con el que pude disfrutar de su trofeo en la junta.
Yo, por entonces, no muy asiduo de las monterias, pese a tener una gran afición, ya me conformaba con haber disfrutado del lance del marrano, pero cuando menos lo esperaba, ya al final de la montería, una ladra o más bien un alboroto de perros conseguían que mi corazón se acelerase a medida que los iba notando más cerca.
De pronto lo vi. A unos cien metros bajaba del testero en mi dirección un enorme cochino seguido por toda la rehala de Antonio Aguilera. Lo cierto es que no supe distinguir si era cochino o cochina al igual que tampoco pude tirarlo al tener la escopeta y sobre todo al estar los perros muy encima.
Subió el cochino tras cruzar el arroyo que separaba los dos cerros, y ahora sí, tras dejarlo cumplir, se encontraba a unos 20 metros y continuaba en mi dirección. Justo cuando comenzó a girar para faldear el cerro donde yo me encontraba, le conseguí dar el primer cartucho de bala de mi escopeta paralela que perteneció a mi abuelo y a mi padre, siendo testigo de cada pieza que habían cobrado.

 El animal entró en la parte más enmontada cayendo y deslizando, cuando me apresuré a disparar el segundo cartucho que me quedaba. Su carrera no se detuvo, y esta vez cambió su dirección hacia abajo, concretamente a la cola del pantano donde comenzó un intenso agarre que solo pude escuchar, ya que al intentar asomarme vi cómo era imposible que yo pudiera llegar hasta allí.
Es cierto que no tenía dudas de que el animal había sido tocado en el primer disparo pero cuando me fijé en el agarre, vi cómo el cochino se hundía muerto en el pantano, y con él toda esperanza de recuperar mi primer cochino.
En el agarre, el marrano mató a tres perros; entre ellos un puntero cojonudo llamado Camarón. Además, hirió a otros tantos de la rehala. En cierto modo, me sentía culpable,  y aunque no pude bajar al agarre, sí pude haberme quedado de un disparo con el cochino y haber evitado toda esa masacre; pero son éstas cosas las que forman parte del aprendizaje de todo montero.
Tras llegar a la junta y hablar con el guarda de la finca, nos dijo que si el marrano había entrado muerto al pantano subiría a flote y por el contrario, si había entrado vivo rodaría por el fondo del pantano y sería imposible recuperarlo.
Esa noche no pude dormir, no sé si por el sentimiento de culpabilidad de la muerte de esos perros, haberlos visto tirados sin vida como ningún perro se merece, o la poca esperanza de recuperar mi primer jabalí. No conseguía evadir de mi cabeza la imagen de ese precioso podenco blanco totalmente rajado, sin tripas y habiendo recibido una tremenda tunda de navajazos, ni la posibilidad de encontrarlo al día siguiente; ya sabiendo que se trataba de un marrano con boca.
Por la mañana me despertó mi padre con la buena noticia de que había subido a flote el cochino y que además era bueno.
Enseguida me vestí con lo primero que pillé y fuimos a la finca donde nos esperaba el guarda para ir al puesto y sacar al marrano del agua con una mula. Fue bonito ir allí con mi padre y explicarle en la escena del crimen cómo había sido el lance, mientras el guarda sacar el cochino que poco a poco conseguíamos ver.
Cuando lo tuve delante me quedé sin habla, ¡qué marranaco! 
Después de abrazar a mi padre, examinamos los tiros y nos dimos cuenta de que era un considerable trofeo y lo llevamos a la junta donde nos hicimos algunas fotos. Allí nos dijeron que probablemente sería Plata y si acompañaba por dentro, podría llegar a Oro.

En ese momento no supe valorar la suerte que había tenido de haber abatido mi primer cochino con tan solo dieciocho años, en una finca abierta, y además, fuera medalla de Plata como finalmente dio en la homologación con 107 puntos. Mi cochino se trataba de un verraco viejo con unas impresionantes amoladeras y unas anchas navajas.





Maestro Pires, mejillones y vino.

Maestro Pires, mejillones y vino.
Puestazo en el Escambrón

(4 de Diciembre de 2016).

Beltrán Valenzuela Martínez

El Escambrón es una finca a la que tengo mucho cariño entre otras cosas por las dos monterias tan exitosas que hemos tenido allí este año.
La segunda de ellas la organizaba Monteros Tradicionales, peña de amigos a la cual ahora pertenezco, pero por entonces tuve que comprar un puesto a medias con mi buen amigo Paco Pires.
El sorteo era la noche anterior en el Club Hípico de Córdoba y tenía la misión de sacar tres puestos para amigos que como Paco no podían asistir y en mi recaía la responsabilidad de sacarles un puesto de esos que mi fama de suertudo puede anticiparles unas buenas expectativas.
Tras una charla dónde explicaban las instrucciones de la montería por la junta directiva de esta peña se procedió al sorteo. Finalmente y tras decir Jose Andrés Martín, padre de mi amigo Álvaro y cazador y persona excepcional, mi nombre y saqué el el 3 de Herraderos, de la mancha Rascavijales.
No tardé en llamar a Paco para decirle lo poco que me gustaba el puesto, pero lo cierto es que me animó al decirme que lo íbamos a hacer bueno nosotros.
Me recogió a eso de las 6:20 y tras el largo e intenso camino que hay hasta el Escambrón nos comimos un par de platos de migas mientras el día se abría dejando atrás la lluvia del día anterior y saliendo un imponente sol que aventuraba un día magnifico.
Una vez en el puesto, comprendí que no hay puesto malo. Era imposible que ese puesto fuese malo ya que tenía un cortadero amplio donde nos situábamos nosotros en la parte alta del cerro, también se veía un testero enfrente un poco largo pero desde donde se veían moverse las primeras reses. En nuestra parte baja descendía lentamente el terrero con monte bajo y un amplio tiradero que resultaba perfecto para esos marranos escurríos.


Siempre me he considerado una persona fallona en cuanto a caza mayor se refiere. No sé si por que no he ido mucho o tal vez por que todavía me ponía tan nervioso que tampoco podía actuar con normalidad para centrar el tiro ya que a la mínima que veía el animal en el visor apretaba el gatillo sin ni siquiera apuntar ni pensar.
Estuvo Paco, mi maestro Pires, enseñándome con una rama dibujando en el suelo un visor, cómo se debía de tirar a un animal. En carrera, en parado, según la distancia y la verdad es que me reconfortaba el saber que alguien con su experiencia pudiera enseñarme a tirar. Sin duda la afición y el saber cazar se lo debo a mi padre, pero a mi quien me enseñó a tirar fue Paco Pires.
Lo cierto es que la mañana empezó movida con algunas carreras de ciervas que subían por nuestro puesto pero de repente Paco sacó de su mochila una lata de mejillones y me contó una tradición que siempre se cumplía.
Hay personas que rezan antes de cada momento importante, otros se ponen algo de ropa que les trae suerte, pero lo cierto es que cada lata de mejillones es una oportunidad más para seguir confiando en la suerte. Y efectivamente tras comernos la primera con un pedazo de pan escuchamos algo a la izquierda que venia paralelo a nuestro puesto por la falda de abajo de donde nos encontrábamos. Paco, muy generoso ni se encaró el rifle o tal vez yo no le dejé que se lo encarara pero lo cierto es que tenía la tranquilidad de que pasase lo que pasase el bicho de allí no se iba a mover.
Una gran cochina apareció en un claro a un ritmo suave lo que me permitió recordar cada palabra y dibujar encima de la cruz del visor las enseñanzas previas de Paco. Cuando me aseguré de que la cruz iba donde yo quería solté el tiro y cayó seca.
Tuve que disimular las lágrimas de emoción ya que jamás había dejado seco a un cochino y me abracé muy efusivamente con Paco y este enseguida bajó para comprobar si se trataba de una marrana o había alguna agradable sorpresa.
Cuando justo se metió en el monte escuché algo a mi izquierda por el amplio cortadero y era un cochino que venia detrás de la marrana como una bala y logré disparar pero se metió rápido en el monte y Paco posteriormente realizó otro disparo diciéndome que se había quedado con él. 
Si el puesto parecía malo la noche de antes desde luego ese día me parecía un puesto inolvidable.
Para celebrarlo Paco abrió una botella de vino con la que brindamos por haber conseguido un marrano cada uno y tras el brindis y abrazarnos unas cuantas veces le comenté a Paco cómo me habían servido sus consejos.
Pasó el rato con las carreras de algunas ciervas y ya sentados en los catres más tranquilos cuando se nos cruza un trasluzón negro por la parte más baja y alejada de nuestro tiradero. Lo cierto es que tampoco nos afectó mucho al haber conseguido ya abatir dos cochinos pero todavía quedaba una sorpresa que vivir en ese puesto.
Me pareció ver algo que confundí por la sencillez y la tranquilidad con un perro ya que andaba por debajo nuestra apenas a unos 10 metros y de repente ví que se trataba de un marrano que no era pequeño y que llevaba un paso tranquilo y confiado de esos que solo llevan los grandes macarenos. Casi sin apuntar por que se tapaba y sorprendiendo a Paco que se encontraba en el otro lado del puesto tapado por un gran lentisco, le lancé un disparo que indudablemente ni asustó al animal.
Avisé a Paco de que se dirigía a seguir por el otro lado del lentisco y éste como si de un rececho se tratase vivirían un momento que todavía hoy recuerdo por la singularidad del lance. 
Iban andando Paco y el marranaco a apenas unos 10 metros, los dos en la misma dirección  sin llegar a verse por el lentisco pero sabiendo que llevaban la misma seguridad, velocidad e incertidumbre. Cuando se terminó el lentisco Paco se encaró el rifle y dejó seco al majestuoso animal. ¡Qué lance! Fue la recompensa a la generosidad de Paco de dejarme siempre tirar y de enseñarme las que yo creo que hicieron que se hiciera con un Jabalí que finalmente dio Bronce en la medición.
No pude alegrarme más de haber fallado tan a huevo ese cochinaco, ya que sin duda era la recompensa que Paco se merecía y si hubiera sido yo el que lo hubiera abatido reconozco sinceramente que no me hubiera alegrado tanto cómo por que lo mate él.
Nos abrazamos calurosamente y otra vez tuve que disimular mi emoción. Nunca olvidaré cómo ese animal tan impresionante todavía respiraba mientras lo mirábamos con un respeto y una admiración que hacían que se produjera en mi interior una explosión de emociones.
Tras marcar los animales y hacernos unas fotos fuimos a la junta donde honestamente no me cabía en mi de los feliz que estaba. Continuamente contando los lances y recordando con la memoria todavía tan fresca el pestazo que habíamos vivido. Sin duda el mejor de mi vida hasta estos días y aunque lleguen mejores puestos en cuando a calidad, lances y cantidad de reses, nunca olvidaré el día que aprendí a tirar sin presión, disfrutando el lance, viviendo tranquilamente el momento por el que todos vamos al campo y saber saborearlo a cámara lenta.
Para poner el broche final nos llama por la noche Paco Beltrán y al mirar el móvil veo un bombardeo de mi amigo y gran aficionado Álvaro que me dejó intrigado con el motivo de tanto alboroto.
Al parecer habían encontrado un cuarto cochino justo debajo del puesto a lo que yo me sorprendo al decir que habíamos tirado sólo tres. Pero resulta que tras hablar con el puesto de al lado, la cochina primera venia con dos primalones grandes que sin saberlo habían entrado a la vez. El primero que yo tiré y que pensaba que Paco había matado después resultaron ser dos diferentes por lo que al final cada uno abatió el suyo. Lo cierto es que luego me vino a la mente que escuché un sonido justo antes de que Paco lo abatiera muy cerca del puesto.
Por lo que en la junta pensábamos que fueron tres marranos cuando realmente matamos dos cada uno.

Desde entonces siempre llevo dos latas de mejillones al puesto, se ha convertido en una tradición y siempre recordare con cariño y admiración este día que me picó aun mas si cabe a los marranos en montería. Aunque con un maestro como Pires, hasta en la carretera el 1 se puede hacer el puesto de nuestras vidas.









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